martes, 25 de mayo de 2010

EL NARRADOR: deberes y derechos

jueves 18 de septiembre de 2008
Preámbulo
Quién es narrador y cuáles son sus deberes y derechos?
El narrador (o narradora) es aquel que cuenta historias y reelabora mitos, junto a referentes simbólicos compartidos --o al menos conocidos y, si se da el caso, puestos en discusión—por una comunidad.
Contar historias es una actividad fundamental para cualquier comunidad.
Todos contamos historias, sin historias no seríamos conscientes de nuestro pasado ni de nuestras relaciones con el prójimo. No existiría la calidad de vida.
Pero el narrador hace del contar historias su actividad, su especialización ; es como la diferencia entre el hobby del bricolaje y la labor del carpintero.
El narrador recupera --o debería recuperar-- una función social parangonable a la del griot en los poblados africanos, a la del bardo en la cultura celta o a la del aedo en el mundo clásico griego.
Contar historias es una labor peculiar, que puede comportar ventajas a quien la desarrolla, pero es siempre un trabajo, tan integrado en la vida de la comunidad como apagar incendios, arar los campos, atender a los discapacitados...
En otras palabras, el narrador no es un artista, es un artesano de la narración.DeberesEl narrador tiene el deber de no creerse superior a sus semejantes.
Cualquier concesión a la obsoleta imagen idealista y romántica del narrador como una criatura más sensible , en contacto con una dimensión del ser más elevada, incluso cuando escribe sobre absolutas banalidades cotidianas, es ilegítima.
En el fondo también los aspectos más ridículos y chuscos del oficio de escribir se basan en una versión degradada del mito del artista, que se convierte en divo porque se cree de algún modo superior al común de los mortales , menos mezquino, más interesante y sincero, con un cierto sentido heroico, pues soporta los tormentos de la creación.
Que el estereotipo del artista mortificado y atormentado despierte mayor interés en los medios y tenga mayor peso de opinión que el esfuerzo de quien limpia las fosas sépticas nos hace comprender en qué medida la actual escala de valores está distorsionada.
El narrador tiene el deber de no confundir la fabulación, su misión principal, con un exceso de autobiografismo obsesivo y de ostentación narcisista.
La renuncia a estas actitudes permite salvar la autenticidad del momento, permite al narrador tener una vida que vivir antes que un personaje a interpretar por coacción.DerechosEl narrador que cumpla con el deber de refutar los estereotipos citados tiene derecho a ser dejado en paz por los que llenan el puchero propugnando esos mismos estereotipos (cronistas de sociedad, correveidiles culturales, etcétera...).
Cualquier estrategia de defensa de las intrusiones debe basarse en no secundar la lógica.
Quien quiera actuar como un divo, posando en absurdas sesiones de fotografía o respondiendo a preguntas sobre cualquier tema, no tiene ningún derecho a lamentarse por la intrusión.
El narrador tiene derecho a no aparecer en los medios de comunicación.
Si un fontanero decide no salir, nadie se lo echa en cara o lo acusa de snob.
El narrador tiene derecho a no convertirse en un animal amaestrado para actuar en salones o para ser objeto de gossip (chismorreo) literario.
El narrador tiene derecho a no responder a las cuestiones que no considere pertinentes (vida privada, preferencias sexuales y gastronómicas...).
El narrador tiene derecho a no fingirse experto en ninguna materia.
El narrador tiene derecho a oponerse con la desobediencia civil a las pretensiones de quien (editores incluidos) quiera privarlo de sus derechos.
Wu Ming, verano 2000
Publicado por Gabriela Urrutibehety en su blog,
Etiquetas: AYUDA PARA ESCRITORES

martes, 4 de mayo de 2010

HISTORIAS DE VIDA: LA ABUELA MARIANA

Ella, Mariana Pilla, nació el 21 de enero de 1906 en Italia. Tenía una hermana y dos hermanos varones. Allí, en Italia, eran dueños de olivares y ella lucía unos delicados vestidos de seda. Era realmente hermosa.
Cuando en Italia estalló la guerra, lo perdieron todo y un día muy lejano subieron a un barco para venir a América.
Eran unos de tantos inmigrantes que venían cargados de ilusiones y como ella decía siempre, “no hay que mirar atrás porque a veces los recuerdos te hacen mal”.
Mi abuela tenía 15 años. Sabía que tenía un destino: debía casarse con Celestino. Eran esos casamientos que arreglaba la familia.
Pero en el barco algo pasó. Caminando por la cubierta conoció a Antonio Pilla (eran primos muy lejanos y no lo sabían), fue como un hechizo. Desde allí no se separaron más.
Su madre, Pascualina, tuvo que comprender que se habían enamorado.
Llegaron a la tierra prometida: Argentina y se casaron.
Ella desde chica aprendió a hacer todas las tareas de la casa. Tuvieron 5 hijos, parecidos en lo físico, pero a la vez cada uno con distintas personalidades.
Y por esas cosas que tiene la vida, mi abuela quedó sola muy joven con sus 5 hijos.
De ella aprendí que en los momentos críticos es cuando más uno tiene que tener fuerza.
Ella empezó a tejer para afuera. En un día terminaba un sweter. Para mi abuela no había prendas difíciles, las agujas era como que volaban y con la lana que le sobraba vestía a sus hijos.
Sus manos eran como mágicas y qué puedo decirles de sus comidas, esas riquísimas empanadas caseras, exquisiteces italianas, fideos que ella amasaba con amor como cuando lo hacía con su abuelita a los 4 años.
Tal vez en algún momento se acordaría de sus vestidos de seda pero no lo decía.
Ella estaba orgullosa de estar en Argentina y tenía una particularidad: hablaba perfecto el castellano. Decía “yo vine a esta tierra y tengo que saber bien el idioma, no como otros compatriotas que siguen con el italiano cerrado”.
Mi ajuar de bebé lo tejió casi todo ella. Era espléndido.
Cuando venía a casa era sólo decirle, “abuela me encanta este sweater”, mostrándole una revista, ella te decía “ traeme la lana” y ahí en todo el día te terminaba la prenda.
Siempre nos decía “me encanta tejerles a Uds. porque cuidan lo que les tejo”. Todavía tenemos muchos tejidos de ella.
La comida era una fiesta. Ella se levantaba temprano y te sorprendía con buñuelitos, ravioles caseros, un tuco exquisito y también con los mejores consejos.
Mi abuela había aprendido a ser dura, a presentarle batalla a la vida, pero en cada uno de sus actos estaba el gran amor que nos tenía.
Mi mamá, Pascuala, su hija, es realmente muy espiritual, extremadamente cariñosa y tal vez, sigue conservando algo de niña, es por demás buena, y muchas veces se desilusiona con algunas personas.
Siempre me dice, “ tendría que ser tan fuerte como la abuela”. Pero aunque mamá no quiera admitirlo lo es.
Mi abuela, el 2 de agosto de 1985, se duerme para siempre, rodeada de todos sus hijos y nietos.
Siempre seguiremos oyendo la música de sus agujas.
María Cristina Ponzi- 16 de julio de 2008
alumna de la Escuela de Comunicación Social “ Siervo de Dios Juan Pablo II”.
publicado como texto motivador en el folleto "Cuidando las raíces"- 9º Año de Escuela Normal de Chascomús.